martes, 10 de abril de 2018

Reflexión de Inmaculada Alvear, viajera cultural

India siempre despertó en mí un profundo respeto por su cultura milenaria y su medicina ayurvédica ancestral de la que algo conocía. 

Todo el mundo ha oído alguna vez hablar de las experiencias de otros viajeros cuando visitan este país, y nunca son indiferentes: O te quedas colgada o no vuelves jamás.  Y yo me quedé colgada de India, a pesar de la pobreza y de la suciedad de sus calles, me enamoré de los colores de los vestidos de sus mujeres, de sus ojos negros intensos, del aire que respiras de una profunda espiritualidad que se siente en cada esquina, en cada rincón, en cada templo. De su idiosincrasia, de su arquitectura tan distinta, de la hermosura de sus paisajes y de sus ríos. 

India es contraste, es imaginación, es belleza verde, son miles sensaciones al mismo tiempo que estallan en tu cabeza y en tu corazón. Amabilidad a  raudales y miradas curiosas. 

Y si meditas, el aire te trae el murmullo de mantras que otros dicen por ti. Y si rezas, los dioses te bendicen en cada oración. Y a todas estas riquezas tengo que añadir el condimento especial: la esencia del viaje está en el amor de Cristina y Ravi por mostrarnos el ser insondable de su país.

Tengo por seguro que volvería a visitarla de su mano, su palabra y su mirada. Namasté.

Inma Alvear


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